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Desarrollo: inversión privada e inversión pública


*Publicado en el Diario Financiero

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Para nadie es desconocido que en Chile han decaído la inversión y el desarrollo de proyectos, principalmente en minería y energía, o al menos sus procesos de aprobación e implementación son bastante complejos. Las razones pueden ser variadas: reducción de precios de los productos, mayores costos de producción y demandas sociales, procesos de evaluación demasiado extensos y mercados externos deprimidos. A esto se suma el menor crecimiento del país, que no tiene perspectivas claras de repunte en el futuro cercano.

Todo esto hace pensar que el desarrollo de Chile se verá afectado directamente, y que, al final, impactará a las personas. Ya se pueden observar menores oportunidades de trabajo estables. El Estado tiene mayores restricciones presupuestarias y menos recursos. Diferente es la situación del mundo privado, donde pareciera que el tema de la disponibilidad de capital no es tan restrictivo. En este contexto, no se puede perder de vista el objetivo común para el país: generar desarrollo; un objetivo que tiene que ser de todos, sin colores ideológicos ni políticos.

Con miras a este fin, la unión de los privados con el Estado en la generación de oportunidades de inversión y desarrollo de proyectos es una alternativa virtuosa que puede satisfacer las debilidades de ambas partes.

El mundo privado, con recursos y experiencia, junto al Estado, que tiene un rol regulatorio y vela por el cumplimiento, pueden cooperar para generar oportunidades que, si trabajaran cada uno por su lado, sería más complejo desarrollarlas.

Pero para esto se necesitan ciertas definiciones por parte de las empresas, como decisión, perderle el miedo a relacionarse con el Estado o con los privados, dejar de lado trabas políticas o ideológicas, y un alineamiento real en todas las instituciones involucradas.

Los momentos de crisis son oportunidades, pero para tomar decisiones hay que atreverse y confiar, y por sobre todo, asumir un fin común, que no es más que nuestro país, su gente y su desarrollo. Esto pasa por dejar de perseguir la sola obtención de ganancias de la forma más rápida, y de orientarse a ser sólo un controlador, en vez de un jugador activo.

Si cada uno pusiera su parte y sus fortalezas, como ocurre principalmente en Europa, en base a relaciones colaborativas, probablemente ganarían todos y, principalmente, la gente, que es la que hace al país. Así, los discursos pueden ser más certeros y no quedar sólo en promesas.



Gysling y Cía

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